Unos voluntarios se van y otros
llegan.
Relevamos el trabajo y repartimos
el esfuerzo.
Compartimos historias de penas y
otras de alegrías.
Nos preguntamos, ¿qué tanto vale
nuestra labor aquí?
A pesar de estar 4 meses esta vez
y 6 la anterior, a veces la sensación es de que las cosas cambian demasiado
poco a poco.
Aunque sabemos que es solo una sensación
que responde entre otras cosas, a nuestro apresurado ritmo occidental, a veces
es fácil sentirse abrumado por la magnitud de las necesidades que nos rodean...
sobre todo cuando se acerca la hora de marchar.
Estas son algunas de nuestras
reflexiones antes de marchar:
Vemos que la ayuda se atasca en
Kathmandu y le cuesta esparcirse por el resto de rincones de Nepal.
Vemos que la inestabilidad política
interrumpe un progreso justo y adecuado para todos.
Vemos que el exceso de ayuda
internacional hace aun más débiles a los más débiles.
Vemos que hay mucha ayuda bien
intencionada pero inútil.
Vemos grandes proyectos a
nuestro alrededor, financiados con millones de rupias, euros y dólares pero que
no parten de las necesidades reales de la gente.
Vemos que es tan, tan difícil
encontrar un equilibrio para que nuestra presencia sea productiva, eficaz y al
mismo, pase desapercibida para que no dependan siempre de ella.
Al final, vemos que hay que salir
de Kathmandu porque Kathmandu no es Nepal.
Que hay que apoyar a aquellos que
ya están en marcha, a aquellos que quieren y no pueden.
Que hay que hacer que nuestra aportación
sea duradera pero no vital, ya que ellos deben ser los mayores
protagonistas.
Que hay que seguir creyendo que
el cambio solo puede venir de ellos - y que nosotros estamos para dar una mano,
y no lecciones.
Que hay que entender que nadie
tiene razón. Que todos trabajamos juntos para que cada día sea más fácil para
todos, y siempre que nos guíen las buenas intenciones podremos ayudarnos a
aprender a utilizar juntos las herramientas de las que disponemos para vivir de
forma más digna - aunque nadie cuide de nosotros.
Desafortunadamente, en el mundo
del Trabajo Social y la ayuda internacional hay muchas contradicciones: Tanto dinero
malgastado, tantos esfuerzos en vano, tantas ilusiones desvanecidas, tanto
etnocentrismo, tanta ignorancia, tanto ego, tantos intereses escondidos...
Pero ahora mismo, queremos aparcar
las teorías. Somos tantas personas entregadas en Nepal: niños, mayores, brahmanes,
de las montañas, de las ciudades, de los planos, intocables, budistas, tamangs,
profesores, cristianos, japoneses, médicos, hindús, australianos, madres, españoles,
indios... que nuestro origen, color y edad no importan. Hemos conocido a
tantos de ellos que no cuestionamos las teorías, simplemente agradecemos haber
compartido juntos una visión sobre un mundo mejor.
No importa que se trate de un
joven cediendo el asiento de autobús a un mayor o de una ONG donando millones
de rupias para un proyecto para comunidades depravadas. Para nosotros, nuestra
experiencia nos dice que compartimos un mismo mundo y si trabajamos como
iguales, el cambio es ahora y no mañana.
El cambio es ahora y no mañana.
La famosa frase "piensa
globalmente, actúa localmente" se puede trasladar a "piensa en
mañana, actúa ahora". Donde la incertidumbre del futuro es extrema
importan mucho los cambios del día a día... aquellos que a simple vista son
imperceptibles: los que actúan sobre la autoestima, la ilusión y la esperanza.
Los pequeños cambios que no tienen resultados materiales pero que nos alientan
a continuar con algo más de energía y que por un momento, aunque sea pequeño y
pasajero, nos da ganas de vivir un poquito más intensamente.
Hay quienes se frustran porque
comunicarse no es fácil.
Hay quienes se frustran porque
creen que las diferencias culturales son insalvables.
Hay quienes se frustran
porque el cambio no ocurre ya.
Hay quienes se frustran porque la
gente no responde como esperan.
Un niño pequeño al que siempre le
han dicho que no vale, que no sabe, que no hace las cosas bien necesita
sobretodo, mucho amor y mucho cariño para conseguir volver a creer en sí mismo.
Darle todos los caramelos del mundo no puede aliviar su dolor. Solo el amor y
el respeto pueden ayudar a crecer. Es amor lo que vinimos a compartir.
Si estar aquí nos ha enseñado
algo es que hay dos tipos de personas en el mundo:
Unas que creen que las personas nos
dividimos en tipos y subtipos y asignan posiciones; y otras que creen en la "raza
humana".
Nosotros creemos en la "raza
humana" y eso significa saber que hay algo que nos une por encima de
todas las diferencias. Suena utópico, absurdo, ingenuo, irreal... pero al
final, es la lección más importante que podemos aprender. Somos muchos los que soñamos
con un mundo en el que todos tengamos un lugar digno.
No hemos venido a enseñar nada.
No hemos venido a cambiar nada.
No hemos venido para hacer fotos
y demostraros que hemos trabajado muy duro.
No hemos venido para escribir un
blog que tenga un record de seguidores.
No hemos venido porque creemos
que un "pobre" en Nepal necesita más ayuda que nadie.
Algunos nos preguntan, tanto aquí
como allí ¿Porque ayudar
"fuera" de tu país cuando hay tantos problemas "dentro"?
Hemos venido porque no hay
fronteras.
Porque ayudar aquí es ayudar allí.
Hemos venido porque queremos
formar parte de la “raza humana”.
Porque hay que romper esquemas y
ser parte del mundo.
Hemos venido porque nos gusta
compartir.
Porque compartir es aprender y enseñar
a la vez.
La gente en Nepal podría
vivir mucho mejor.
Tienen mucho para mejorar.
La gente en España podría vivir
mucho mejor.
Tienen mucho para mejorar.
La gente en Madagascar podría
vivir mucho mejor.
Tienen mucho para mejorar.
La gente en Alemania podría vivir
mucho mejor.
Tienen mucho para mejorar.
Nepal quiere nuestra libertad.
Nosotros queremos su espiritualidad.
Madagascar quiere el empleo de
Alemania.
Alemania quiere las sonrisas de Madagascar...
Somos muchos los que no cerramos
las puertas
ni los ojos
ni la mente.
No hace falta viajar para ser
parte de esa mitad que cree en la "raza humana"
y viajar no significa
necesariamente entender que todos somos uno.
Una vez superados los momentos de
duda existencial, a nuestra pregunta inicial de " ¿tanto vale
nuestra labor aquí?", le damos dos respuestas diferentes:
Si, sirvió para aclarar los proyectos
con los que vamos a seguir colaborando. Sirvió para evaluar el progreso de los
programas educativos a los que apoyamos. Sirvió para ayudar en la construcción
de una biblioteca y enseñar algo de Ingles y música a los niños. Sirvió
para encontrar un colegio que necesita agua para que sus alumnos puedan beber e
ir al baño en condiciones. Sirvió para fortificar lazos y sentar bases para los
futuros voluntarios.
Esto es lo que vale para Occidente.
Hay que dar números, resultados, fotos, informes... y eso forma parte de
nuestro compromiso con las fundaciones, ayuntamientos y entidades para las que
trabajamos.
Pero la realidad es que,
para nosotros, la respuesta a "¿tanto vale nuestra labor aquí?"
es otra:
En realidad, no teníamos
ninguna labor. No teníamos ninguna misión.
Vinimos a vivir, intensamente
Vinimos a compartir con otros
seres de la raza humana el misterio de estar vivos.
Vinimos a aprender de ellos al
mismo tiempo que ellos aprendían de nosotros.
Vinimos a sonreír a desconocidos.
Vinimos a cantar con niñ@s.
Vinimos a bailar con mujeres.
Vinimos a hacer reír a
adolescentes.
Vinimos a jugar con colegios
enteros de niñ@s sin futuro aparente.
Vinimos a escuchar historias
sobre esperanza.
Vinimos a sentir el dolor
mezclado con la alegría.
Vinimos a observar cómo se
sobrevive a pesar de no tener nada.
Vinimos a tomar nota sobre cómo
se puede seguir adelante solo si nos mantenemos unidos.
Quizá hayamos dejado una pequeña,
pequeñísima huella de ilusión o de esperanza en alguno de ellos. Quizá alguna
de esas canciones con los niños, quizá alguna de esas conversaciones con
adultos... quizá, solo quizá, les haya dado, aunque sea por unos minutos, el
placer de estar vivos y de olvidar su pesar.
Una esperanza y un placer que serán
pasajeros pero que al menos, son una huella en la memoria.
Y los recuerdos son lo que mueven
los sueños.
Confirmamos que han dejado
huellas en nosotros.
Confirmamos que nos han
transmitido ilusión y esperanza.
Los niños, los mayores, los
desconocidos.
Confirmamos que nos han
contagiado el placer de estar vivos.
Confirmamos que nos han hecho
olvidar nuestros pesares.
Confirmamos que dejan una gran
huella en nuestra memoria.
Confirmamos que al volver, todo
lo que hemos aprendido
nos ayudara a seguir trabajando
para conseguir un mundo
tal cual lo soñamos.
Y que este recuerdo de la magia
de compartir sea lo que mueva nuestro sueño.
Namaste